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Alipio Alfonso, el bardo de Guayabera del Sur

20 Aug 2023
Alipio Alfonso, el bardo de Guayabera del Sur

En un rincón tranquilo del pueblo de Guayabera del Sur vivía Alipio Alfonso, un hombre de panza voluminosa y una ferviente pasión por la poesía. Sin embargo, había un pequeño problema: sus intentos de componer versos eran desastrosos. Cada vez que Alipio intentaba escribir, su pluma parecía más bien un pollo rascando el suelo en busca de alimento.

Un día decidió que era hora de compartir su "arte" con el mundo. Convocó a todos los habitantes de Guayabera del Sur en la plaza del pueblo y, con gran entusiasmo, recitó su poema más reciente:

"¡Oh!, compañera coqueta
de corazón destacado,
imagine mi mandado
metiéndose en su libreta."

Hubo un silencio incómodo seguido de una mezcla de toses ahogadas y miradas perplejas. Incluso las palomas que se habían posado en las cercanías volaron espantadas. Pero Alipio, completamente ajeno a la falta de entusiasmo, continuó leyendo textos igual de desconcertantes.

Pronto, las noticias de las poesías de Alipio llegaron a oídos de las personalidades más peculiares del lugar. La Sra. Juana Panconcosa, famosa cocinera del acueducto municipal, declaró: "Su poesía es como el primer chorrito de agua que llega al poner el agua".

El Sr. Obdulio Marchatrás, respetable historiador local, exclamó: "Sus versos pondrían en peligro la otra oreja de Vincent van Gogh".

Y así, con cada intento de Alipio, las coloridas opiniones de las personas del pueblo se volvían más raras que su propia poesía. Sin embargo, seguía adelante, convencido de que su destino era convertirse en un gran poeta.

Un día, mientras intentaba rimar "frijoles" con "helado de soledad", Alipio tuvo una epifanía. Se dio cuenta de que su verdadera vocación no era escribir poesía, sino censurar a los poetas talentosos que amenazaban con hacerlo quedar en evidencia. ¿Por qué permitir que la competencia brillara cuando él podía apagar sus estrellas literarias?

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Se imaginaba a sí mismo como un guardián del legado literario. Estaba convencido de que si algún talentoso artista emergente lograba superar su censura, él pasaría a la historia al menos como el tipo que intentó detenerlo. Su mente bullía con pensamientos de cómo sería recordado por las futuras generaciones.

Con gran determinación, Alipio emprendió su nueva misión. Se convirtió en Inspector Artístico de Guayabera del Sur, revisando y rechazando con entusiasmo cada poesía prometedora que llegaba a sus manos. A los poetas talentosos les decía cosas como: "Tus versos son demasiado comprensibles. Necesitamos más incoherencia aquí".

Y así, Alipio Alfonso encontró su verdadera pasión en la vida: censurar y obstaculizar la creatividad ajena. Se convirtió en una figura infame, temida por los poetas reales pero celebrada por su habilidad para convertir el arte en una maraña de caos incomprensible.

Photo by Suzy Hazelwood: https://www.pexels.com/photo/black-and-red-typewriter-1995842/

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